Una abuela creyó que acogía un nuevo gato, hasta que se dio cuenta que era muy diferente

Todos sabemos que el amor de una abuela es incomparable, ellas no tienen distinciones, quieren a todos por igual e intentan mantenernos siempre felices y bien alimentados, por lo que no es de extrañarse que hagan lo mismo con sus mascotas.

Un gato es un buen compañero para una persona mayor, ya que requieren menor atención que un perro, pero igualmente la abuela puede hacer lo que más le gusta: dar amor y alimento. De parte de los gatos es lo mejor que les pueda pasar, comida gratis y mucho espacio para hacer los que quiera.

Pero a veces el amor incondicional de las abuelas puede ir un poco más allá de lo que esperamos.

La abuela de Eric Hertlein vive en Kansas y siempre ha sido amante de los gatos, pero aparentemente su vista está fallando un poco más cada día. Ella siempre tuvo gatos callejeros que deja dormir en el porche de la casa e incluso les deja algunas camitas para que puedan descansar mucho mejor.

Hace algunas semanas llegó un nuevo gatito al que llamó Tete y que había estado pasando mucho tiempo en casa de la abuela.

Cuando Eric fue a visitarla, notó algo un poco extraño; de hecho, Tete parecía ser un infiltrado y la abuela no estaba cuidando precisamente de un gato callejero. Se trataba de una zarigüeya que estaba cómodamente instalada en una de las camitas del porche de la abuelita, que hasta el momento no se había dado cuenta de la diferencia en el aspecto del animal.

“Incluso tuve que mostrarle las diferencias para que ella pudiera notarlo, me reí por varios minutos junto a ella”, dijo el muchacho.

No fue hasta que su nieto le mostró la nariz puntiaguda y la cola larga de la zarigüeya, que la señora notó que su nuevo gato en realidad no lo era. De hecho, llegó siendo muy pequeña y se presume que posiblemente quedó huérfana y consiguió un cómodo hogar junto a esta amable abuelita y sus gatitos.

Una vez más las abuelas salvando la vida de los pequeños con sus cuidados únicos, ella no sabía de qué se trataba, pero igual le dio un techo y alimento.

Para la pequeña zarigüeya seguramente fueron horas o días vitales, mientras que la tierna y desinteresada abuelita creyendo que se trataba de otro gatito, simplemente se dedicó a cuidarla y hasta le dio un nombre.

Aunque la situación resulte graciosa, afortunadamente se trataba de una zarigüeya de poca edad, vulnerable y dócil. Esperamos que pronto pueda integrarse a su hábitat natural y si decide quedarse, esta maravillosa abuelita le alegre un poco sus días.

Comparte esta historia y considera visitar más seguido a tus abuelitos, no sabemos qué nuevas y peludas amistades hayan hecho en nuestra ausencia.

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