Cuando nos disponemos a comprar una vivienda nos aseguramos que todo esté en total orden y que no queden rastro de la familia que habitaba anteriormente, en caso de tratarse de adquirir una propiedad se segunda mano. Cuando Jane Pearson y su esposo fueron a ver la casa que estaban considerando comprar, notaron que un gatito estaba en el porche de la vivienda.
Un gatito que parecía muy cómoda y no pensaba mudarse.
La pareja asumió que la mascota era de los dueños anteriores y se la llevarían con la mudanza, pero para su sorpresa, al regresar a inspeccionar la casa después de una oferta, notaron que el gatito seguía en el porche. En ese momento se dieron cuenta que la adorable mascota era un hermoso elemento que venía con la propiedad.
El gatito pertenecía a una pareja de ancianos.
El pequeño felino llegó hace un poco más de ocho a la puerta de la casa y la abuelita se hizo cargo del tierno gatito a quien llamó Hidey, durante todos esos años el gatito fue amado y cuidado por la abuelita hasta que le dio alzheimer y no pudo cuidarlo más.
La abuelita fue trasladada a un asilo y su esposo traía todos los días al gato para que su esposa lo viera.
Lamentablemente, la abuelita falleció y ochos semanas después y el abuelito se dispuso a vender la propiedad para mudarse a una casa de retiro. Jane notó que evidentemente el abuelito no tenía ninguna responsabilidad con el gato, después de todo se trataba de la mascota de su esposa.
El abuelo tiene 86 años y ya no puede hacerse cargo del gato.
El abuelito no podía llevarse el gato a la casa de retiro, se dispuso encontrarle un hogar pero no salió ninguna oferta, por lo que la última opción era llevarlo a un refugio cuando el abuelito se mudara. Cuando Jane y su familia estaban negociando la casa, el propietario dijo en broma que podía incluir al gatito en la venta, Jane lo tomó en serio y después de consultarlo con su esposo se quedaron con el gatito.
Una oferta en broma que terminó en una comprar muy seria.
Jane no permitiría que el gatito pasara por tanto, ya había perdido a su dueña y no quería que perdiera también su casa. Al principio Hidey era poco amigable, pero con el paso del tiempo fue aceptando a su nueva familia y aprendió a compartir con las otras mascotas. Ahora disfruta al lado de una familia que la llena de amor pero sobre todo respetas su espacio.
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