Los inocentes murciélagos no son los culpables del coronavirus, los humanos sí

Muchos reconocidos científicos se han visto en la necesidad de romper el silencio tras el injusto estigma generalizado ante la crisis del coronavirus, de que «todo empezó en los murciélagos de Wuhan».

Zóologos y expertos mencionan que muchas enfermedades estuvieron durante años circundadas a determinandos hábitats, y de ahí no salían. Pero gracias a la maligna intervención humana en la naturaleza, todo se revirtió, como si el karma hiciera de las suyas, afectando a las personas.

No hay un consenso claro de dónde se originó el virus, y es complicado saberlo. Pero algunos virus similares al Covid-19 se hallan en murciélagos de herradura chinos.

A partir de ahí, muchos se preguntan cómo es que se transportó el virus de esas comunidades de murciélagos a los humanos, y la respuesta es unánime:

«Los humanos tienen la culpa de la propagación de la enfermedad».

«Los murciélagos son el único mamífero que puede volar, lo que les permite propagarse en grandes cantidades desde una comunidad en un área amplia», dicen los científicos.

Su sistema inmunológico se ha vuelto muy especializado debido a que albergan una gran variedad de patógenos y enfermedades. Además, «cuando vuelan tienen una temperatura corporal máxima que imita la fiebre”, dijo Andrew Cunningham, profesor de epidemiología de la vida silvestre en la Sociedad Zoológica de Londres.

«Sus patógenos han evolucionado de una manera única para resistir estos picos de temperatura corporal”, agrega. Pero eso supone un problema cuando migran sus enfermedades a otras especies que no tienen esos patógenos. Tal como sucede con los humanos.

Ante la pregunta de por qué se ha transferido a los humanos, cabe una sola respuesta: “Desbordamiento zoonótico” o transferencia.

“Las causas subyacentes de la propagación zoonótica de los murciélagos o de otras especies silvestres casi siempre, siempre, han demostrado ser el comportamiento humano. Las actividades humanas están causando esto”, dijo Cunningham.

Los científicos aportan que cuando un murciélago está estresado, al ser amenazado, su sistema inmunológico se ve desafiado y le resulta más difícil hacer frente a los patógenos que de otro modo tomaría con calma.

Tal estrés repercute en que las «infecciones aumenten y se excreten», de manera similar a cómo sucede en las personas, ante un herpes, por ejemplo.

En el caso del covid-19, sabemos que los mercados húmedos de Wuhan fueron su epicentro principal, ahí los animales salvajes permanecían cautivos juntos, dando como lugar una aterradora mezcla de virus y especies.

Al estar en constante amenaza en esos mercados y cerca de otras especies y humanos, «existe la posibilidad de que esos virus se eliminen en grandes cantidades”.

“Estamos aumentando el transporte de animales, para medicinas, mascotas, alimentos, a una escala que nunca antes habíamos hecho”, dijo Kate Jones, presidenta de Ecología y Biodiversidad en el University College de Londres.

También dijo que al destruir sus hábitats, «los animales se están mezclando de formas extrañas que nunca antes habían sucedido, en un mercado húmedo, van a tener una carga de animales en jaulas uno encima del otro».

Mencionan que es probable que previamente, en la historia, ya hayan contagiado a una persona. Pero ese individuo contagiado pudo morir sin causa conocida, no entrar en contacto con más personas o haberse recuperado antes de entrar en contagio. Pero la hiperconectividad y la velocidad de los transportes de hoy en día, todo lo hace más difícil.

Los científicos resumen 3 grandes lecciones que la humanidad debe aprender y lo debe hacer rápido:

1.  Los murciélagos no tienen la culpa, más bien son parte de la solución.

“Es fácil señalar con el dedo a la especie huésped”, dijo Cunningham.

«Es la forma en que interactuamos con ellos lo que ha llevado a la propagación pandémica del patógeno. Comprender cómo los murciélagos hacen frente a estos patógenos puede enseñarnos cómo lidiar con ellos, si se contagian a las personas”, enfatiza.

2. Enfermedades como el coronavirus podrían estar aquí para quedarse.

Esto sucedería porque cada vez más los humanos se extienden a lugares donde no estaban antes, y al estar conectados, son ellos mismos los encargados de propiciar nuevos contagios.

Cunningham y Jones coinciden en que el cambio de la conducta humana de manera radical en cuanto a su relación con los ecosistemas y los hábitats de los animales, será una solución más fácil que desarrollar una vacuna muy costosa para cada nuevo virus que aparezca.

El coronavirus deja la lección más potente a los humanos, como nunca antes, de que el daño ambiental también puede matar a los humanos rápidamente, esto sólo se trata de un camino de retorno, la naturaleza tiene sus maneras de vengarse y estamos en sus manos.

“Hay decenas de miles de virus esperando ser descubiertos. Necesitamos descubrir dónde están los puntos críticos de control para la propagación zoonótica de la vida silvestre y evitar que ocurra en esos lugares. Esa será la forma más rentable de proteger a los humanos”, apunta Cunningham.

3. El daño al ecosistema es peor de lo que muchos piensan

No está bien transformar un bosque en agricultura sin comprender el impacto que tiene sobre el clima, el almacenamiento de carbono, la aparición de enfermedades y el riesgo de inundación”, dijo Jones. “No puedes hacer esas cosas de forma aislada sin pensar en cómo les afecta a los humanos también”, concluyó.

¿No te parece que esta información es lo que muchos estaban esperando? Por fin alguien habla caro y conciso de los verdaderos culpables de todos los males que aquejan a la humanidad: el propio ser humano. ¡Dejemos de una vez en paz a los animales! ¡Compártelo!

Más noticias sobre:

Te recomendamos